La vida en perspectiva

lunes, 13 de octubre de 2008
Luego de par de meses sin publicar algun cuento (gracias a la falta de tiempo que he tenido) hace par de días encontré un escrito que representa el final de una historia, es así como se me ocurre compartirlo con ustedes a través de La vida en perspectiva. Espero que lo disfruten.




Final

Tantas cosas habían ocurrido durante aquel lapso de tiempo, que todo parecía un simple sueño o mas bien, sacado de alguna película de suspenso o ficción.

Siempre supo que el era esa persona que solo se conoce una vez, por la cual se siente eso que solo se siente en un momento determinado. Lo supo en el momento preciso en que había decidido acompañarla en busca de aquella pelota de voleibol que tanto significaba para ella.

Era así de sencillo, de esas cosas que las sabes aun sin estar conciente de que las sabes. Nunca podría comparar aquellos momentos a su lado, con nada que le hubiera sucedido en vida o en muerte. Era así de sencillo, sencillamente, aquello era realmente amor.

Dicen que eso no existe, que solamente es una ilusión, algo pasajero, algo que provoca demasiado dolor como para llamarse así. Sin embargo, el mundo había sido creado para que en el albergara ese sentimiento. Estaba hecho para que las personas, aunque tan solo fueran unas cuantas, pudieran vivir aquello que solo se vive una vez.

Algo que sin importar las circunstancias, los hechos, las dificultades seguía ahí, intacto, como si nada pudiera contra el, como si no importara que tanto se podría sufrir o que tanto se podría sentir el dolor, no importaba nada de eso en lo absoluto, porque al final como en los cuentos, el amor triunfaría. Esa cosa tan extraña que nadie entiende, pero que sin embargo todo aquel que lo ha vivido comprende, que por un instante nos ahoga en un suplicio eterno, pero que con un mínimo dejo de luz nos hace inmensamente felices.

A veces no era necesario que fuera recíproco, si lo era o no, no afectaba en su dirección. Sin embargo, su intensidad podía variar, y al entregarse uno al otro, sabían perfectamente que esa intensidad solo iría en aumento, aun después de que alguno fuera alejado del otro para siempre.

Así fue, como en su último adiós las palabras ya no valían de nada, simplemente el cruce de esas miradas que con solo encontrarse recitaban todo un poema capaz de hacer suspirar al más insensible de los tantos corazones fríos que albergan en este cruel mundo de injusticias y males. Aquellas miradas, que con solo encontrarse formaban un lazo más fuerte que el titanio, incapaz de ser roto por nada conocido.

Era cierto, ella ya no estaría ahí, su cuerpo y su alma estarían en otro lugar lejos de el, pero su corazón permanecería a su lado hasta que la muerte decidiera volver a juntarlos en aquel lugar desconocido del cual nadie regresa.


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