
En aquel documento fueron tantas las cosas que me hicieron pensar, pero entre todas esta fue la que más me impacto. Es tan cierto y real, que podríamos afirmar incluso es verdad.
Sin embargo, que tan poco solemos tomarlo en cuenta cuando nos guardamos tantas cosas y nos hacemos cómplices de nuestros pensamientos. Cómplices de un sueño nunca expresado, nunca luchado, de una palabra nunca dicha, de un corazón cerrado.
A veces, cuesta tanto poder abrirnos, poder decir aquellos secretos que muchas veces solo mantenemos ocultos por miedo.
No decimos un “te quiero en verdad”, por miedo a no ser aceptado; no regalamos un abrazo, por miedo a ser golpeados; no ofrecemos una ayuda, por miedo al que dirá un tercero; no la aceptamos, por miedo a que el otro salga lastimado; no aceptamos que “aquello” es de nuestro desagrado, por miedo a no ser comprendidos.
Son tantos los secretos que guardamos en aquel cofre de nuestra mente, que muchos de ellos harían un mayor bien si logramos sacarlos a la luz.
Decir un “te amo”, dar un abrazo, regalar una sonrisa, incluso golpear a alguien para hacerlo despertar o simplemente expresarle tu enojo sobre algo que no te agrado.
Solo basta decirlo o hacerlo. Y tal vez por esa palabra, esa frase o ese acto si seamos recordados, las personas si nos guardaran en sus memorias y si tendremos constancia de haber pasado por esta tierra y haber vivido sin guardarnos nada.
1 comentarios:
Este post esta muy bueno, nos hemos descuidado de visitarnos después del otro proyecto.
un abrazo
Publicar un comentario