Diario, Viaje de Mochila: Santa Bárbara, Parte 4

martes, 5 de abril de 2011

Duramos un rato en aquel "observatorio" atentos a la hermosa luna que se manifestaba frente a nosotros. Cruzando la calle notamos que un joven pintaba las paredes, un mural con imágenes de ballenas y animales acuáticos era la percepción que nos daba. Alguien dijo, yo quiero pintar! Por lo que sin pensarlo dos veces, bajamos, cruzamos la calle y esperamos a que el señor regresara para charlar con él.

Jonasis era su nombre, no hicimos preguntarle qué y por qué pintaba aquel mural, cuando ya uno por uno tomábamos los pinceles de una caja de madera, y nos disponíamos a ayudarlo en su faena. Aquel era un proyecto de la secretaria de Medio Ambiente, la idea era mostrar la biodiversidad de Santa Bárbara en aquel mural.

Aproximadamente 45 minutos duramos rellenando a la tortuga de pintura, y tratando de pintarnos al otro en alguna parte de su rostro. Mientras trabajábamos nos enteramos que Jonasis tenía una habitación libre en su casa con dos camas...para lo que Silvano dijo: Yo se los dije! (dado que su intención era pedir asilo en alguna casa de algún lugareño) pero ya habíamos pagado por la habitación del hotel, por lo que no quedaba de otra. Luego tomamos varias fotos con nuestra obra de arte y despedirnos del artista, nos dirigimos en vía contraria para ver qué encontrábamos para comer...

Pero nos topamos con la Iglesia, y una curiosidad llevo a otra...hasta que nos metimos en una calle oscura y terminamos en un parque de columpios para niños. Ahí las muchachas corrieron en competencia con unos niños quienes se acercaban también al lugar para tomar las sillas, de repente el parque pasó de estar vacio a lleno de niños y nosotros...los camaritas.

Aquí me senté un rato a escribir en mi cuaderno de notas los últimos acontecimientos, mientras Lirme y Silvano interrogaban a uno de los niños, Jael era acosado por una niña de unos ocho años quien quería hacer una competencia con él e Ivette tomaba fotos.

El niño le comentó a los muchachos acerca de una supuesta casa embrujada que había por la zona...nada mejor que historias de fantasmas a las 9 de la noche en un pueblo lejos del mundo para ponerme los pelos de punta. En contra de mi voluntad, caminamos calle arriba hacia la dichosa casa...y lo supe desde que la ví. Aquella casa de cemento en la esquina sin ningún tipo de iluminación y rodeada de matorrales...era escalofriante. Nos enteramos que actualmente vivían unas personas en el lugar, y con ayuda de otro de los niños entraron a interrogar a los residentes. Resulta que la doña era del pueblo de Lirme y conocía a todo el mundo por allá. Ahí nos contaron de una logia que existía años atrás, dónde hacían ritos extraños... La doña, muy amable ella nos encamino algunas calles más allá (y obviamente fuera de su zona) para que conociéramos al único sobreviviente actual de dicha logia.

En el camino notamos dos cosas: una, las niñas son muy educadas y saludan con un "buenas noches" a todo el que pasa, dos los vehículos te seden el paso y hasta el momento no habíamos notado la presencia de ningún semáforo.

Al llegar a la casa del señor, este paró en la puerta y con solo mirarlo pude sentir todo el peso de su pasado. Fue extraño, pero en sus ojos se notaba que había hecho cosas muy desagradables en su juventud, cosas de las cuales se arrepentía. Una cita para hablarnos al día siguiente fue acordada, por lo que nos retiramos para encaminar a la doña a su hogar y de ahí seguir nuestro camino.

El grupo de camaritas del Cibao, provenientes de Villa Tapia, La Vega, Puerto Plata, Navarrete y Controba caminaba por las oscuras y animadas calles de Santa Bárbara, cuando nos topamos con El Rancho del Vagabundo. Una pizzería. Lo interesante de este restaurant es que al entrar ves el letrero, pasas y lo siguiente que notas es una hermosa Harley Davison estacionada...luego cruzas un pasillo para llegar al paraíso español de un restaurant muy elegante, al mejor estilo italiano con imágenes enigmáticas de Santa Bárbara dibujadas en las paredes, una atención de primera haciéndote sentir parte de la casa y unos videos de artistas españoles de los 90's que te hacen apreciar la mala música de algunos dominicanos.

Una excelente pizza a un precio módico pagado entre los cinco, fue el manjar de aquella noche. Al despedirnos un hombre bien parecido (quien jurábamos era un cliente más) se acercó a nosotros muy amablemente, resultó ser el dueño del lugar, un italiano, que había viajado por el mundo y se hacía llamar El Vagabundo. Al tomarnos par de fotos con la hermosa Harley, seguimos nuestro camino ahora hacia el hotel, pero terminamos en la discoteca. Si, todos sudados, sucios de un largo día de viaje y sin pinta, entramos y bailamos y pusimos a los demás a bailar, para cuando todo el mundo se dispuso a mover sus pies nosotros salíamos por la puerta muertos de risa.

Finalmente en el hotel, hicimos turnos para darnos un baño, mientras veíamos un programa francés de unos shows en vivo, todos limpios y en pijamas, nos acomodamos para descansar. Aquella noche no pudo haber sido mejor pero todavía nos esperaba un día por delante.


Fotos: Dahiana J. Vásquez

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