Diario, Viaje de Mochila: Santa Bárbara, Parte 5 y Final

sábado, 23 de abril de 2011

Al siguiente día nos costó mucho poder levantarnos. El aire estaba en su punto, y todo el cansancio del día anterior nos cobraba con impuestos, ITBIS y el 10% que piden en los restaurantes para la propina. Aún así, estabamos conscientes de que el tiempo lo teníamos reducidos, dado que para las dos de la tarde a más tardar, debíamos estar montados en el autobus de regreso a Santiago.


Una primera alarma que asustó a la mayoría nos despertó, pero fue el segundo grito de aquel sonido de Ivette el que nos dejó con los ojos abiertos. Aproximadamente 40 minutos duramos decidiendo quien sería el primero en utilizar el baño, finalmente cuando todos estabamos listos, el siguiente punto sería llegar a la playa, disfrutar un poco del agua de mar, pasar por los bomberos (a quienes habíamos visitado la noche anterior con la inteción de usar sus mangueras para bañarnos) regresar al hotel, recoger las cosas y llegar a casa.


Claro que las cosas no sucedieron así. Nos desayunamos con la famosa funda de pan, y luego de usar el "aeiou" con la encargada del hotel para durar una hora más con la llave, nos dirigimos a la playa...sí, pero entonces recordamos al señor de la logia con quien teníamos una cita. Nos devolvimos entonces en búsqueda de su oficina, y luego de durar aproximadamente 10 minutos perdidos encontramos el lugar para darnos cuenta que le habíamos pasado por el frente como tres veces. Estaba cerrado y no había nadie. un señor que por allí se encontraba nos dijo que el doctor (como le suelen llamar) siempre iba los domingos por la mañana, pero que aquel día no lo había pasar.


Como vimos que se hacía un poco tarde, le dejamos el mensaje de que habíamos pasado por allí, para entonces terminar finalmete en la playa. Allí sólo Ivette decidió meterse al mar, mientras los demás tomabamos algunas fotos, y otros decidian tirarse un rato a admirar el panorama.


El reloj marcaba un poco más de las 11, lo que implicaba era hora de irnos. Cuando nos dirigiamos hacía el cajero un joven con una cámara de video nos grababa. Nos acercamos a ellos, y nos contaron que estaban haciendo una especie de documental acerca de Santa Bárbara. Luego de tomar algunas fotos con la cámara de video y gastarles algunos 5 segundos de cinta, seguimos nuestro camino hacia el cajero.


Aquí notamos la gran cantidad de personas que hacían filas en el muelle para llegar a Cayo o para ver Las Ballenas. Decidimos entonces pasar por la Iglesia que había sido traida desde Inglaterra hacía más de 70 años atrás. Al llegar al sitio, nos encontramos con un "culto" de evangelicos, por lo que nos abstuvimos de entrar, dadas nuestras ropas. Aún así, Lirme entró para tomar algunas fotos.

Llegamos entonces directo al hotel, apurados por la hora. Recogimos todo y nos cambiamos de ropa, como teníamos que comer antes de salir, una parte del grupo se detuvo en Picapollo La Fe (el famoso comedor del que todos hablaban, y que daba la casualidad fue uno de los primeros lugares a los que entramos durante el primer día). La otra parte nos dirigimos a la parada, donde apartamos los lugares de los asientos, para regresar a comer.


Una vez nos dimos tremenda jartura por menos de 100 pesos, los muchachos querían pasar por el mercado, así que caminamos un poco más allá de la parada, donde compraron algunas cosas y encontramos a unos señores que jugaban dominó entre risas y tragos. Me dispuse a tomarle algunas fotos a las palomas que ahí había y uno de los señores muy amable me hizo el favor de echarles comida para que pudiera tomarlas mejor, sin yo haberselo pedido. Regresamos casi corriendo dado que sólo nos quedaban algunos 5 minutos para partir.


Finalmente en la guagua, cuando esta arracancaba, un señor gritó:" Chofer, falta una mujer, una que tiene pantalone apretaito y jean", lo cual nos provocó un ataque de risa. Finalmente dejabamos a la hermosa Santa Bárbara cuando en el trayecto nos fijamos en un carro fúnebre con el eslogan: "La idea es que te montes". El resto del camino estuvo tranquilo, y sin mayores sobresaltos. Nos dimos cuenta que estabamos en Santiago, cuando el incesante ruido de los vehículos y las bocinas empesaron a atosigarnos.


Muchas risas y buenos recuerdos son los que tenemos de aquel viaje de mochila improvisado. Pero sobre todo de Santa Bárbara, un pedacito de nuestra isla que tiene mucho más que contar además de sus cayos y sus ballenas de temporada. Pero claro, que ningun viaje es realmente apreciado, si no por las personas quienes te acompañan en ese trayecto.



Fotos por: Dahiana J. Vásquez


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